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Te castigo, castigándome.

Hace un tiempo en la plática con mis vecinos sobre un tema de la cuadra, alguien comentó: "no puedo creer que alguien piense así, es de sentido común que eso no debe hacerse". Ante esa frase yo pensé en comentarle, que precisamente en mi labor como terapeuta es un tema de todos los días desenmascarar eso que se piensa que es de "sentido común"; pues bien, de lo que te quiero hablar hoy va en ese sentido; podrás pensar que nadie puede lastimarse a sí mismo bajo la idea de que con eso "castigará" a otra persona, pero vamos revisando.



El peligro de los paradigmas con los que vivimos es que nos atan a maneras de actuar de manera irreflexiva.
Te castigo, castigándome

¿Qué pasa con el aprendizaje por violencia que llevamos en el cuerpo tras años de vivirlo?

Primero quiero hablarte sobre el concepto de castigo, un castigo desde nuestro idioma puede referirse a una pena, enmienda o represión sumado a la idea de -enseñanza- punto importante para recordar más adelante; y como verbo incluye un elemento de: ejecución, mortificación, aflicción. En lo cotidiano, si una acción de enmienda por enseñanza no tiene un elemento doloroso, no se le llama castigo. Es decir, un castigo siempre debe ser doloroso, algunos piensan que entre más doloroso y así sumamos el aprendizaje al dolor, mejor es el castigo, esto es lo segundo que debes recordar más adelante.


Este paradigma de enseñanza-educación mediante el dolor se condensó en una frase que probablemente has escuchado, tú o tus padres: "La letra con sangre entra". Se usaba en ámbitos de educación formal, las escuelas, pero mucho antes de usarse ahí, se usaba en casa: "Te pego, por tu bien", "Es para que aprendas", "Me duele más a mi que a ti". Así fue como la violencia se manifestaba bajo la máxima de que ser violento es para hacer que el otro aprenda. La violencia es una herramienta, la herramienta preferida de quien no tiene otros recursos de enseñanza-aprendizaje.



Nuestra generación vive y promueve tanto la idea de "Enseñar a través del castigo" que lo hemos asumido de manera corporal. afortunadamente hay quienes están saliendo de este "sentido común" y creando una educación basada en el respeto. pero, ¿Qué pasa con el aprendizaje por violencia que llevamos en el cuerpo tras años de vivirlo?


Bueno, retomamos las dos ideas principales que vimos antes para condensar: Sumarle al aprendizaje el componente de dolor, una vez asumido de manera interna lo vivimos desde el paradigma de que todo aprendizaje viene tras un elemento doloroso, ahora lo vivimos al revés, antes era el castigo para reivindicar, ahora el "sufrimiento para merecer", ahondaremos este paradigma con más detalle en otra ocasión, por hoy regresemos al castigo.


Ahora vamos al cuerpo, ¿Conoces tus esfínteres?, no te asustes, verás cómo se relaciona. Pues bien, tal vez conozcas sobre el llamado control de esfínteres promovido al rededor de cierta edad para regular la función de evacuación de heces y orina. Nuestro cuerpo nos permite hacer esta regulación a voluntad, el punto de diferencia es que se requiere de una maduración fisiológica para lograrlo, y esta etapa muchas veces no empata con los tiempos o intereses familiares o globales y es muy común que se someta a los infantes a un entrenamiento de control de esfínteres aún antes de que sea fisiológicamente maduro.



¿Qué se aprende entonces?, desde esta edad comenzamos a comprender que al someter nuestro cuerpo a tensiones deriva en cierta respuesta de los adultos que nos acompañan, dicho de otra manera: si tensiono y relajo a voluntad mi cuerpo, el otro reacciona. Vamos a imaginar que en esta época del control de esfínteres, nuestros adultos reaccionan de manera agresiva si no logramos retener las heces u orines, ejerciendo esta agresión con la idea de que así vamos a aprender a controlarnos, y tal vez nos muestren afecto o cariño cuando sí lo logramos. Y así como logramos tensionar a voluntad estos esfínteres nos vamos entrenando a someter nuestra musculatura, tejido liso y tejido estriado, al punto que la tensión sea tan grave para desencadenar dolor y lesiones: úlceras, desgarres, inflamación etc, con la idea de generar en el otro una respuesta.


Entonces, lo único que verdaderamente podemos controlar es nuestro cuerpo, controlar al otro es una fantasía, controlar al otro a través de nuestras propias tensiones es un aprendizaje infantil.



Ahora, en algún momento cambiamos los papeles de ser el infante que tiene cosas por aprender, a tomar el papel de ser quien tiene algo que enseñar. Y si nuestra principal herramienta fue esta idea infantil de tensionar nuestro cuerpo para provocar una respuesta en el otro, accionaremos el recurso del autocastigo, bajo la fantasía de que así vamos a hacer que el otro aprenda.


Te invito a que hagas un inventario de tus tensiones y puedas identificar bajo qué premisa se activan, hacia qué o quién va dirigida, qué es lo que quieres hacerle entender al otro a través de castigarte a ti mismo. Será un ejercicio confrontador, pero creeme, te va a requerir mucho menos dolor que las tensiones que ya vives en tu cuerpo. Después de reconocer el mensaje lo siguiente será encontrar una manera asertiva de comunicarlo. Transitar del paradigma del aprendizaje mediante el dolor y castigo, hacia el establecer relaciones basadas en el respeto, primero el respeto hacia ti mismo.

¿Cuáles son tus tensiones?


Yo te escucho.

Psi Margarita González.

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