Depresión de Invierno
- Margarita González
- 24 oct 2018
- 4 Min. de lectura
Y que prefiero la guerra contigo al invierno sin ti. Joaquín Sabina.
Comienza a cambiar el clima, la luz del sol se esconde más detrás de nubes y se siente un frío que se mete por la piel y amenaza con colarse hasta los hueso; y con ello, se van apagando las ganas de vestirse, de prepararse el mejor café del mundo para salir a hacer las actividades del día.
¿Te suena familiar?
Esto tiene un nombre: en el círculo de psicólogos la conocemos como "Depresión de Invierno". La también llamada depresión estacional, se considera en el ámbito médico como un tipo de Depresión que suele manifestar de manera más común en mujeres y durante los periodos de Otoño-Invierno.
¡Se admira el médico que su prescripción de fármacos funciona mejor cuando se acompaña de "terapia de conversación"!.
Además de tener como indicativo la estación del año, la depresión estacional o Trastorno Afectivo Estacional tiene como síntomas principales:
Tristeza
Perspectiva sombría
Sentimientos de desesperanza, pesimismo e irritación
Pérdida de interés en actividades que antes solía disfrutar
Poca energía
Dificultad para dormir o dormir demasiado
Deseos de comer carbohidratos y aumento de peso
Pensamientos de muerte o suicidio
Todo lo anterior suena tan estricto y cuadrado, tan ajeno a la vida diaria de las personas reales que experimentan (al menos) dos estaciones de su año a través de estos síntomas.
Respetando el límite al que se circunscriben a sí mismas las ciencias médicas, hoy positivistas; el hombre, como especie (incluyendo sus géneros), sigue escapándose del cuadrito de análisis-diagnóstico-tratamiento. ¡Se admira el médico que su prescripción de fármacos funciona mejor cuando se acompaña de "terapia de conversación"!.
Todo anterior imprime un carácter de urgencia de abordar este fenómeno desde una visión novedosa.
Mi'ja está haciendo frío, no te metas porque te vas a resfriar.
El afecto deja una huella profunda en nuestra manera de organizar nuestras emociones. Como seres sociales, la calidad del acompañamiento que recibimos durante nuestra infancia, y después en en día a día, continúa permeando la calidad de nuestra salud, física y mental.
Dicho de otra manera, la calidez afectiva con la que nos relacionamos actúa, a manera de analogía, como ese clima cálido primaveral, en el que la luz del sol (la mirada con amor del otro) nos resulta estimulante, y nos sentimos: amados, acompañados, queridos, felices, saludables, anima-dos y con la energía para emprender los proyectos...
Ésto, en la infancia, es fundamental. Más, como proceso de evolución personal, adquirir las herramientas necesarias para hacer frente a las vicisitudes de la vida (aún sin estar bajo la mirada, o el cobijo, del otro) es vital, en el sentido de mantener la salud física y mental.
Sin embargo, el acompañamiento que muchos de los mexicanos que he conocido y que he tenido la oportunidad de escuchar en consulta, en la indagación de su infancia encontramos que el acompañamiento que se ha quedado más impregnado en su memoria consciente (e inconsciente, descubierta tras la exploración fenomenológica+intuitiva) ha sido con desde una actitud punitiva, de castigo y hasta profética en cuanto a relacionar la enfermedad con el clima.
Una hermana (ejerciendo la función de madre "postiza" por designio familiar") le dice a la otra Mi'ja está haciendo frío, no te metas (a la alberca, en sus vacaciones) porque te vas a resfriar.
Como la frase anterior, podrás encontrar cientos de anécdotas.
Así poco a poco se va inculcando en las mentes infantiles la idea de que el frío enferma, y de paso que el disfrute, enferma.
Qué maravilloso sería aprender a disfrutar(nos) en el frío y en el calor, en libertad consciente, es decir con los debidos cuidados. Asegurarnos de tener "una salud de hierro" en base a la sana alimentación, ejercicio, autocuidado emocional, en salud relacional.
Sin embargo en lo apresurado del día a día, en el ejercicio de la maternidad/paternidad, por costumbre, por cultura y por ignorancia de alcances, se continúa perpetrando el educar bajo los paradigmas de castigo, límites y restricción. Esto devela un clima emocional frío, la ausencia de calidez en el acompañamiento del infante durante su exploración del mundo, o la lejanía lúdica del padre o la madre que (ocupados en sus quehaceres propios de su edad y funciones familiares) desde la cocina, el sillón, o el celular repite una frase que a él o a ella le dijeron también mil veces: ¡No!, ¡No te subas!, ¡Bájate!, ¡No andes descalzo!, ¡Ponte suéter!, ¡Te vas a enfermar!, ¡Luego no vengas llorando!, ¡Estáte quieto!, ¡No te muevas!, ¡No te comas eso!, ¡Te lo dije!...
Y como dijo un conocido líder espiritual ¡MÉXICO SIEMPRE FIEL!, los mexicanos y con más frecuencia las mexicanas, siempre fieles a su raza amada, sigue atendiendo a esas mil frases recibidas en la vulnerabilidad de la infancia; diciéndose una y otra vez: ¡No!, ¡No debo/puedo subir!, ¡Debo bajar!, ¡No debo/puedo andar descalzo/a!, ¡Debo ponerme suéter!, ¡Me voy a enfermar!, ¡No debo llorar!, ¡Debo estar quieto/a!, ¡No debo moverme!, ¡No tengo hambre!, y después de hacer real todo lo anterior: ¡Bien me lo decía mi _____!
Convivir, con estas ideas, experimentar nuestro mundo a través de estas enfermedades, tristezas, depresión, con esta guerra, resulta aún preferible, que vivir-nos en un invierno afectivo frente a la indiferencia emocional (en presencia o en recuerdo) de quienes nos acompañan en esta aventura llamada vida, preferible sólo cuando no somos conscientes de los recursos que tenemos para ser nuestra propia fuente de calor y el cómo forjar relaciones afectivas y emocionales cálidas y generadoras de mutuos beneficios.
Psi Margarita González.
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